En Proverbios 23:26 vemos la prioridad e interés que Dios tiene por nuestro corazón cuando dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.”
Cuando hablamos del corazón del ser humano nos referimos al centro espiritual y anímico de la persona; en otras palabras, lo que somos, lo que sentimos, aspiramos y entendemos en lo más profundo de nuestro ser.
Este interés de Dios por nuestro corazón se debe a tres razones que se derivan de los siguientes principios:
Principio 1: DEL CORAZON SURGE LA VIDA
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”, es el principio que se establece en Proverbios 23:7. Dios ha diseñado el corazón del ser humano (su alma y espíritu) para tener relación con él. Como consecuencia de esta relación, el atributo vivificador de Dios se permea a nosotros dándonos una llenura completa, como por ejemplo, una paz como nada ni nadie más puede dar y la fortaleza del verdadero gozo.
A veces buscamos la “vida” en elementos exteriores (riqueza, relaciones, experiencias) cuando el principio dice que la verdadera vida surge de nuestro interior.
Guardar nuestro corazón significa cuidar lo que hay en él, de qué se está llenando, en qué condiciones se encuentra, pues cuando lo opuesto a lo bueno está llenando nuestro corazón, cerramos la fuente natural de bienestar, alegría, y realización para nosotros, convirtiendo el corazón en fuente de elementos temporales, frágiles y hasta dañinos, que no sacian.
Cuando queramos ver cambios, no los busquemos fuera de nosotros sino primeramente dentro de nosotros. Por ejemplo, el cambio en nuestra relación con otras personas no empieza queriendo cambiar a esas personas o cambiarlas por otras, sino examinando la condición de nuestro corazón y, con la ayuda de Dios, iniciando el cambio desde nuestro interior para que luego incida en lo que está afuera.
El diseño de Dios es que los cambios y las mejoras, como la vida, sean un proceso que va de adentro hacia fuera, no de afuera hacia adentro (Romanos 10:10).
Principio 2: LO QUE HAY EN EL CORAZON DEFINE LO QUE SOMOS
“Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él”, es el principio que se establece en Proverbios 23:7 y se refiere a que nosotros nos volvemos conforme a lo que llevamos en el corazón.
Dios nos ha diseñado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26), sin embargo cuando llenamos nuestro corazón con el pecado y otras debilidades, si bien, no tocan el diseño de nuestra identidad, sí conformamos nuestra identidad a tales cosas.
Por ejemplo, es como si tenemos una bolsa diseñada para tener cierta forma pero al tratarla de llenar a la fuerza con un objeto de una forma muy diferente, la bolsa se deformará amoldándose al objeto que lleva dentro. No cambia lo que es pero sí se amolda a lo que lleva dentro. A esto se refiere el consejo que encontramos en Romanos 12:2: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.
En cierta ocasión en un recinto sindical vi escrita una frase del fundador de la Central de Trabajadores de México (CTM), la entidad que alrededor de 70 años albergó a los sindicatos más poderosos de México, que decía así: “Si me fuera posible cambiar algo cambiaría la sociedad porque es injusta”. A la luz de la Palabra de Dios, si en verdad queremos ser efectivos en ver un cambio en nuestro país esto debería re-frasearse así: “Si me fuera posible cambiar algo cambiaría el corazón del hombre, porque lo que hay en él define lo que somos”. Lo que define lo que una persona y en consecuencia una comunidad es no es la sociedad, la economía, las clases sociales, el medio ambiente, ni ningún otro elemento externo por sí mismo, sino lo que hay en nuestro corazón.
“¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos?”, nos hace ver Santiago 4:1. Lo que hay en el corazón define nuestras acciones y en ese sentido en lo que nos convertimos.
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” – Lucas 6:45
Principio 3: LA CONDICION DEL CORAZON DEFINE LA REVELACION QUE PODEMOS TENER DE DIOS
Cierta ocasión Jesucristo realizó un milagro impresionante citado en Juan 6:1-14. Había 5 mil hombres más mujeres y niños reunidos escuchándole y Jesús decidió darles de comer, así que pidió a sus discípulos que le trajeran comida. Sus discípulos solo encontraron a un muchacho que tenía 5 panes y 2 pececillos, pero Jesús los tomó, dio gracias a Dios, y pidió a los discípulos que los repartieran… ¡repartieron a toda la muchedumbre y todavía llenaron 12 cestas con sobrantes!
Lo impresionante es que los discípulos presenciaron este milagro, escucharon de primera mano la enseñanza de Jesús, y cuando él realizó otro milagro, dice en Marcos 6:52 que estaban asombrados y asustados porque no habían entendido que fue lo que sucedió con los panes, no comprendían por qué Jesús pudo realizar un milagro, pareciera que no sabían quién era Jesús. ¿Por qué? Porque estaban endurecidos sus corazones. En otras palabras, debido a la condición de su corazón, los discípulos veían pero no creían, no entendían, no conocían a Jesús. No es de sorprender que posteriormente incluso uno de ellos le entregaría injustamente para ser crucificado.
Un corazón endurecido es una condición del corazón basada en el efecto de aquello con lo que lo hemos llenado: amargura, miedo, frustración, soberbia, depresión, ansiedad, vanidad, envidia, etc., y que principalmente produce incredulidad.
Dios dice que un corazón endurecido nos hace divagar en nuestro interior y por eso no podemos conocer sus caminos, o sea, no entendemos cómo opera Dios (Salmos 95:7-10).
En Mateo 5:8 Jesucristo nos da este principio: “Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios”. ¿Queremos ver a Dios en nuestras vidas, en nuestra realidad cotidiana? No esperemos un milagro para verlo; no esperemos un cambio en cualquier situación externa a nosotros; no esperemos ir al mejor seminario teológico. Si queremos ver a Dios primero tenemos que cambiar la condición de nuestro corazón.
Es por estos tres principios que Dios permitirá situaciones de vida para que nosotros nos demos cuenta de lo que hay en nuestro corazón, pues, si nos damos cuenta de lo que hay en él, identificaremos las razones por las que nuestro corazón se encuentra en cierta condición y entonces podremos con su ayuda provocar el cambio interno que nos lleve a realmente conocerle y verle en nuestra vida real.
¿En qué condiciones se encuentra nuestro corazón? ¿Qué hay en él? Le invito a que hagamos nuestra la sensata oración del Rey David en Salmos 139:23-24:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”
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Si desea contar con la grabación de la conferencia completa “Revelando el Corazón”, solicítela en info@grupoelcamino.org o en la mesa de bienvenida en la Reunión del Domingo.
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