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La Oración Intercesora

  • LA ORACION QUE MUEVE A DIOS
  • Por H. Chapa

 

En cierta ocasión un pueblo que nacía como nación exasperó al cansancio a Dios.

En el libro de Exodo capítulo 32 se narra cómo esta nación, Israel, después de haber sido liberada de la esclavitud que por 400 años había sufrido por parte del imperio egipcio, tomó la decisión de cambiar a Dios por un ídolo en forma de animal.

¿Cómo nos sentiríamos si alguien muy cercano a nosotros, por quien lo hemos dado todo, se olvidara de lo que hemos hecho por él, nos olvidara, y nos pusiera al nivel de un objeto animal?

Recordemos que uno de los milagros que Dios hizo a través de Moisés, el líder que usó para guiar al pueblo de Israel, fue abrir el Mar Rojo para que el pueblo de unas 2 millones de personas pasara en seco, y se cerraran las aguas justo sobre el ejército egipcio, sellando así su libertad. Dos meses después de este gran acontecimiento llegaban al pie del Monte Sinaí en la península del mismo nombre, donde tendrían un encuentro con Dios.

Pero en Exodo 32 se narra que Moisés subió al monte y, al pueblo considerar que tardaba en volver, se cuestionó qué le habría acontecido y decidió dejar de esperarlo, renunciar a Dios y reemplazar a Dios con una estatua de un becerro que el hermano de Moisés, Aarón, fundió con los aretes de oro que recolectó de ellos, dándole su adoración.

Cuando esto sucedió Dios se lo hizo saber a Moisés y, evaluando la situación, le dice lo siguiente: “Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura cerviz. Ahora pues, deja que se encienda mi furor contra ellos y los consuma, pero yo haré de ti una gran nación.” – Exodo 32:9-10.

Moisés tenía motivos para aceptar el ofrecimiento de Dios y así deshacerse de la carga de conducir a un pueblo terco que a la mínima circunstancia era capaz hasta de cambiar a Dios, podría deshacerse de su infiel hermano Aarón, y tomar la bendición de Dios de ahora con él como fundador iniciar una nueva nación. Muy atractivo el escenario para sí mismo, pero él escogió ver por otros.

Esto es intercesión, mediar por los intereses de otro dejando a un lado los propios.

Moisés respondió a Dios y en su oración vemos los más importantes pasos que tiene la oración intercesora:

1. Recordar el Carácter de Dios

Lo primero que hace Moisés es recordarle a Dios su propia identidad, quien es él. Antes de mirar al problema lo mejor es levantar nuestra atención a la grandeza de la persona de Dios. No solamente es agradecerle lo que ha hecho sino reconocerle por como él es.

A lo largo de la Biblia se revela el carácter de Dios, por ejemplo, nos enseña que él es nuestro proveedor (Génesis 22:14), él es verdadero, él es misericordioso y lento para la ira (Salmos 86:15), él es quien se place en conducir y cuidar nuestra vida como un pastor a sus ovejas (Génesis 49:24, Juan 10:10-14), él es nuestro sanador (Exodo 15:26), él es quien permanece fiel a nosotros a pesar de nuestra infidelidad (2 Timoteo 2:13), por mencionar algunas cualidades de su caracter.

La mejor manera de recordar el carácter (el Nombre) de Dios es a través de la alabanza.

 

2. Pedir por Otros

Después de reconocer al Señor, Moisés le pide por el pueblo. En el versículo 12 de Exodo 32 Moisés llega a pedirle a Dios que se arrepienta del mal que pensó hacer al pueblo de Israel. Este arrojo es una característica de la oración de intercesión.

Nosotros debemos siempre ser prudentes en cómo nos dirigimos a Dios, pues él es la autoridad del universo, sin embargo cuando se trata de interceder por otros, Dios mismo espera una actitud de mucha determinación y fuerza de parte de quien está mediando.

Isaías 45:11 nos presenta quizá el principio más arrojado de la Biblia, donde el Señor eleva la importancia que le da a la intercesión al grado de sujetar su total atención a las palabras del que intercede por otro: “Así dice el SEÑOR, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos.” (RV60)

Si se trata de pedir por otros, Dios se pone a nuestra total atención.

El espera que haya en nosotros el mismo sentir que hubo en Jesucristo, el cual se dio por otros incondicionalmente y aun con el riesgo de no ser agradecido sino incluso despreciado por aquellos que somos objeto de su intercesión (Filipenses 2:5-8, Isaías 53:3-6). Así nosotros seamos fuertes en nuestra intercession.

 

3. Mirar las Promesas de Dios (ver el Pacto)

Lo siguiente que Moisés hizo fue citar el pacto que Dios había hecho con Abraham, ratificado con su hijo Isaac, y su nieto Israel, de quien tomó nombre la nación (Exodo 32:13).

Dios es un Dios de pactos, que guarda su Palabra y que cumple sus promesas.

Hay tres principios que rigen esta característica de Dios de ser una persona de pacto y que nos animan a confiar a Dios y que son elementos legítimos para pedirle su intervención:

i) Dios no miente. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.   El dijo, ¿y no hará?, habló, ¿y no lo ejecutará?” – Números 23:19 (RV60)

ii) Dios cumple sus promesas. “Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.” – Hebreos 10:23 (NVI)

iii) En Jesucristo tenemos garantía que todas las promesas de Dios se cumplirán; él lo hace posible. “Porque todas las promesas de Dios son en él (Jesucristo) Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” – 2 Corintios 1:20 (RV60)

Podemos reclamar las promesas de Dios a favor de aquel por quien estamos intercediendo.

Creer y confesar las promesas que encontramos en su Palabra derrama su poder sobre nuestra oración y eventualmente sobre la persona por quien pedimos.

 

4. Esperar buenos Resultados de parte de Dios

En reacción a la intercesión de Moisés, la respuesta de Dios fue impresionante: “Entonces el SEÑOR se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo. Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas.” – Exodo 32:14-15

Aquí vemos que el resultado de la oración de intercesión: Dios perdona y Dios provee.

Dios liberará su poder primeramente en forma de perdón a la parte infractora, lo cual le abre las puertas de sus bendiciones, pero también proveerá lo necesario para que el caído tenga los recursos necesarios para no volver a esa condición así como proporcionó al pueblo de Israel dos tablas con 10 mandamientos que les daría los más grandes principios de libertad que la humanidad ha conocido (Exodo 20).

Cuando intercedemos, tengamos la expectativa de que Dios traerá buenos resultados a su tiempo si nosotros perseveramos (Gálatas 6:9).

 

Ante el pecado del pueblo de Israel, Dios se enfrentó con el dilema de terminar con el problema o resolver el problema.

Cuando nos pasa a nosotros sabemos que terminar un problema es más fácil que resolverlo; resolverlo requiere no solamente esfuerzo sino la actitud de considerar al otro que está en la condición caída en el conflicto.

Considerar al otro es difícil y poco atractivo, pues involucra grandes dosis de paciencia, empatía y humildad, o dicho en otra palabra, amor; pero Dios ve por aquellos quienes ven por otros.

Moisés renunció por otros a la oferta de Dios de bendecirlo, sin embargo vemos en la historia como su nombre creció, al grado que el mismo Jesucristo lo honró cuando se transfiguró frente a sus discípulos teniendo al mismo Moisés a su lado (Mateo 17:1-4).

Practiquemos la oración de intercesión si queremos ver la mano de Dios moverse. Cuando vemos por otros ambas partes somos objetos de la prioridad de Dios, bendiciéndonos aún sin nosotros pedirlo… simplemente por ver por otros.

 

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Si desea contar con la grabación de la conferencia completa “La Mano que Mueve a Dios”, solicítela en info@grupoelcamino.org o en la mesa de bienvenida en la Reunión del Domingo.

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