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El Habitat del Ser Humano

  • EXPERIMENTANDO LA PRESENCIA DE DIOS
  • por H. Chapa

 

“¿Dónde está Dios?”

Es una pregunta que frecuentemente escuchamos sea porque oímos de Dios pero no lo vemos, porque vemos injusticia entre los seres humanos, porque hay catástrofes naturales, o porque no entendemos el motivo por el que pasan las cosas.

Dependiendo de la circunstancia, la respuesta a esta pregunta puede tener una amplia explicación.

Sin embargo hay un principio que debemos conocer antes de ir a buscar respuestas a circunstancias específicas, y es el siguiente: El ser humano fue creado para tener como hábitat la presencia de Dios.

En el primer capítulo del Génesis se detalla que en la creación, Dios siguió un patrón particular con respecto a la creación de los seres vivos. Cuando crea los seres marinos, primero se dirige a “las aguas”; después cuando crea a los seres terrestres, primero habla a “la tierra”.

Es claro el patrón que está siguiendo aquí el Creador: Antes de crear al ser viviente primero se dirige al hábitat en donde se ubicará y donde podrá tener su pleno desarrollo.

Cuando llega el turno de crear al ser humano vemos que Dios no le habla a las aguas, no le habla a la tierra, sino que Dios le habla a Dios: “y dijo: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza … Y Dios creó al ser humano a su imagen… hombre y mujer los creó” (Génesis 1:26-27).

“Hagamos” fue la palabra con la que Dios se dirigió a sí mismo y entonces creó al ser humano. Como en el resto de los seres creados, primero Dios le habló al hábitat y entonces crea al ser viviente.

En nuestro origen vemos que hemos sido diseñados para que la presencia de Dios sea nuestro hábitat, la habitación y medio ambiente en donde recibimos los nutrientes espirituales y anímicos para estar en plenitud y desarrollar nuestro potencial al máximo.

¿Qué sucede cuando un ser vivo está fuera de su hábitat?

Así como un pez fuera del agua, o una vaca fuera de la tierra, el ser humano fuera de su hábitat también muere.   La decisión del ser humano de romper relaciones con Dios al desechar su señorío, lo cual se llama pecado, lo separó de la presencia de Dios (Génesis 3); por tal razón a esto se le conoce como la muerte espiritual del ser humano (Romanos 6:23).

Pero Dios no se quedó con los brazos cruzados.

En el primer momento en que el ser humano dejó su hábitat original, Dios abrió una ventana de oportunidad para que tuviéramos la capacidad de sobrevivir entre tanto él resolvía el problema. Es como si a una persona que está en medio del océano se le colocara una máscara con un tanque de oxígeno. No está en su hábitat original, por lo tanto no se puede desarrollar a plenitud, pero al menos sobrevive entre tanto llega a su medio ambiente correcto.

A esta ventana de oportunidad se le llama la gracia de Dios y está abierta desde el pecado original y seguirá abierta mientras cada quien tenga vida en su cuerpo.

En su tiempo, Dios envió a Jesucristo su Hijo para pagar por el pecado del ser humano y volver a hacer accesible la presencia manifiesta de Dios para nosotros (Romanos 3:20-26).

La presencia de Dios, de hecho, está en todas partes (Salmos 139:7-12), pero no se manifiesta en todas partes ni a cualquier persona.

A esta presencia de Dios manifestada también se le llama la gloria de Dios, y hay distintos grados de manifestación de su gloria. Podemos experimentarla ahora poco a poco hasta que algún día, sin barreras, estemos frente a Dios en la eternidad.

Jesucristo abrió la puerta para que todo aquel que cree y acepta lo que él hizo por nosotros tenga acceso a la gloria de Dios, esa presencia suya para nosotros, nuestro hábitat original.

¿Dónde está Dios entonces?

El está anhelando tener un encuentro con nosotros, incluso un encuentro permanente, pues éste ha sido su diseño desde el principio a pesar de la decisión que tomamos como humanidad desde Adán y Eva (y hasta llegar a la libre decisión que hagamos usted y yo).

Dios es omnipresente pero su gloria es hallada solo por aquellos que le buscan. La presencia o gloria de Dios es algo que se experimenta. Nunca sabremos lo que es nutrirse y moverse en un hábitat solo escuchando o leyendo acerca de él; tenemos que experimentarlo.

Describir en unas líneas cómo es experimentar la presencia de Dios resulta imposible, pero le invito a que escuche en el siguiente canto una idea de lo amable que es la gloria de Dios:

En un mundo caído pero que por la gracia de Dios está en modalidad de supervivencia, Dios está en todas partes en una espera respetuosa de que nuestra voluntad decida darle su lugar; si lo hacemos, su presencia, su gloria puede manifestarse si la buscamos sincera y genuinamente.

El Salmo 145:17-18 dice: “Justo es el SEÑOR en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras. Cercano está el SEÑOR a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras.”

A través de la adoración, que es tanto el reconocimiento a Dios – alabanza –, como la conversación directa con él – oración –, podemos empezar a experimentar Su presencia.

No desaprovechemos el tiempo entre tanto la ventana de oportunidad sigue abierta en nuestra vida para buscar a Dios en alabanza y oración, tanto en privado como reunidos con otros creyentes. Entonces dejaremos solo de razonar o imaginar, y pasaremos a experimentar la presencia de Dios.

Este es el privilegio más grande que usted y yo podemos tener en la vida.

 

Si desea buscar la presencia de Dios le invitamos a: